Y despertar otro día, queriendo mirar al cielo pero este es interrumpido, por los castigos del olvido de la mente. Desde ahí siempre hay mucha gente, observándote, mirándote, descifrando hasta la cuenca de tus ojos. Su trabajo es brindarnos un día cálido, que las llamas de nuestros pies incendien nuestra alma, y el brillo del fuego nos penetre la inconsciencia. No hay mucha ciencia, sólo la embriaguez, a la que acudes para olvidarte del día, de tu sentir, que tus ojos se vuelvan con la noche, porque sólo así puedes vivir.
Querer morir, pues anhelamos nuestro hogar. Lo extrañamos desde casa, podemos sentir su vacío. Nuestro cuerpo frío expide tristezas, tontas promesas; se nos trata como animales, seguimos matando y no es por hambre.
Camino y al andar puedo notar como la gente no puede vivir sin lo que cree que es su vida. Materialidad. Cuerpos y mentes absortas en un juego de azar. Creyendo que la maravilla de la vida y la mente, se fundó para morir por trabajar. Permanecer en el sistema que no quieren cambiar. Pues ya se estableció su mente, en algo que nunca tuvo que pasar.
Desevolución de la mente. La mejor hazaña que nos tienen para matar.
Aquí hay dolor y tú lo ignoras. No es para todos lo mismo, pero la acción del viento la reconocemos. Es lo que hacemos, que mueve al aire, que atraviesa el mar para con una caricia tocarte. Seguir leyendo «Y despertar otro día…»